domingo, 20 de enero de 2008

EL HOMBRE TIENE NECESIDAD DE DIOS


La Iglesia día con día sigue teniendo el reto de comunicar el Evangelio a toda criatura, y nuestra actual sociedad hundida en sí misma, a partir de esta realidad el hombre se da cuenta de la gran necesidad de Otro que de sentido a todo aquello que realiza, porque sin esa referencia, hay un gran vacío en su vida.

Actualmente, se percibe una sociedad compleja, que ciertamente busca irse construyendo en la conciencia general de nuevos e iguales derechos para todos, de nuevas y legítimas aspiraciones, al mismo tiempo, viendo a su interior se da cuenta que experimenta profundas discriminaciones, derechos negados y esperanzas en desilusión. Es una sociedad que registra en su interior un desequilibrio entre las oportunidades teóricamente disponibles para todos y las dificultades o la imposibilidad de poder alcanzar cuanto se ofrece a las expectativas y a las esperanzas de todos.

La sociedad compleja es aquella que arrastra la cara enferma del progreso, que tantas veces la lleva a motivarse, pero tantas otras la carga de sentimientos de impotencia, de poca satisfacción, de querer encontrar una mayor motivación. También los presentes fenómenos unidos a la creciente frustración de las esperanzas ofrecidas y de hechos de desilusión. Y los modelos oficiales de la sociedad consumista y capitalista prometen bienes y servicios a todos, pero la realidad es que sólo una parte de los individuos puede, efectivamente poder gozar de lo que se ofrece a todos.

Es una sociedad en la cual renacen problemáticas y nuevas inquietudes y que más a allá de esta oleada de negatividad ofrece una gran cantidad de estímulos e impulsos, y notables potencialidades para el futuro. Por tanto, el hombre inmerso en esta sociedad debe de estar atento a aquello que se le ofrece día a día. Y si ha entrado en una situación negativa, lo que debe de hacer es aceptar la situación actual, así reconocerá las implicaciones que esto conlleva, y buscar los elementos que se presentan, -aunque parezcan oscuros y lejanos- en clave positiva.

Es propiamente el análisis de la sociedad en la cual se vive, en donde se ve al hombre que vive dentro de sí los interrogantes existenciales, con los que siempre ha debido confrontarse el ser viviente y que se hace consciente de como es propiamente esta realidad que lo empuja a buscar una respuesta en modo fuerte y urgente respecto al pasado. Y la consciencia de que esta realidad tantas veces se dirige a otro camino, aun sabiendo que hay propuestas distintas que llevarían a la sociedad a ser auténtica y libre: la propuesta de la Iglesia.

La Iglesia, es la Institución que tiene -en este momento concreto de la historia- mucho que decir al hombre contemporáneo, y hoy más que nunca es necesario que el mensaje evangélico y la propuesta de vida cristiana penetren en el corazón de los hombres. La Iglesia existe para ofrecer la salvación del hombre y de todas sus acciones. Las situaciones de largas crisis, de pesimismo pueden ser transformadas en una riqueza inagotable de posibilidades para la evangelización. Hoy más que nunca es fuerte la urgencia de anunciar a Cristo y es fuerte en este tipo de sociedad la necesidad de Cristo.

Pero, ¿cómo hablar de Él y de su Evangelio, en un contexto que parece negar, propiamente los valores evangélicos y que propone un modelo de hombre diametralmente opuesto a aquél que propone Cristo? En la conciencia del hombre, que ve una imagen deforme, puede ser la ocasión para reencontrar su imagen auténtica, su verdadero rostro de hombre en Cristo. Por eso, la Iglesia necesita de ofrecerle una forma diferente de vivir, transformando los elementos generadores de crisis, en puntos de referencia para un hombre que se esfuerza por alcanzar su plenitud y realización en el mundo. Ofrecer a Jesucristo como plenitud de significado y como misterio de salvación. Presentar a Jesús no sólo como irrupción de Dios en la historia, pero sobre todo como irrupción que revela al hombre así mismo, lo descifra, lo interpreta y lo transfigura.

El ser del hombre, en efecto, no adquiere sentido sino en Cristo. Como decía R. Latourelle: “Sólo Cristo efectúa la exegesis del hombre y de sus problemas”. Ante los sufrimientos del hombre, Cristo reanima aquello que parece estar sin vida. Cristo ofrece la luz decisiva.

La salvación es dada por Cristo al hombre. Por eso hoy más que nunca es necesario que sean iluminados todos aquellos fatores que proponen la cuestión del significado del hombre y de la condición humana y que hacen de Cristo la elección necesaria e indispensable para el hombre de cada tiempo. Se trata de una tarea a la cual la Iglesia está llamada a asumir, ya que es un mandato que recibe de Cristo y que es el privilegio de dar a los otros la Buena Nueva.

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